Buscando cielos que ardan



Cuentan por ahí que los ángeles, un día, también fueron malos.
Que andan por las calles perdidos, borrachos, drogados
Jugando y destrozando.
Siendo egoístas porque el mundo les asquea
Alimentándose de intensidad, de adrenalina,
de cualquier sustancia o momento que les queme,
que les hiele,
que les haga sentir algo.

Estos ángeles a veces crecen
Miran al pasado
Se lamen sus propias heridas y se crean armaduras
de vacío, de indiferencia
de piel muy suave y besable
Ríen con ironía y a veces se escapan del mundo ante su propio caos interno.

Y te miran, te atraviesan y te dan mil vueltas
Te agarran por la cintura y sin hablar te cuentan mil historias interminables
Mientras respiran en tu oído y te acarician la espalda
Cierran los ojos y sonríen cuando les tocas
Sin dejar de sangrar un sólo momento.

Los ángeles a veces caen al suelo con los ojos en blanco.
Convulsionan, escupen, te muerden los dedos y se quedan dormidos.
Despiertan
Te lamen y te follan mientras tú les gimes en la boca y les arañas las alas.

Luego se ausentan mientras te abrazan.
Se visten, te besan la frente
Se marchan.

Y piensas
En las fronteras entre el cielo y el infierno
En lo inmensamente precioso y aterrador que resulta
el simple hecho
de tener alas

Y no saber qué hacer con ellas

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