La gota que colmó el caos


Y la luna casi llena. 
Y que me dicen mírala. 
Mírala. 
Y yo que sí, que la miro, 
pero déjalo 
porque es que no te estoy escuchando. 
Porque se me taponan los oídos. 
Todo lo demás es eco. 
Se me hacen puto eco las risas, 
los te quiero aliñados, 
las medias sonrisas. 
Se me hace eco lo amargo bajando por la garganta, 
lo dulce, 
lo salado. 
Lo insípido. 
Se me hacen eco las arcadas desgarradas del silencio, 
de la absoluta nada. 
La indiferencia, 
el agobio, 
el "uno recoge lo que siembra". 
El insomnio. 
Todo lo relativo. 
Se me hace eco y no sale por ninguna vía. 
Rebota, 
de lado a lado . 
Y las preguntas cada vez más mezcladas, 
los conceptos, 
las voces. 
Como un murmullo en la casa del vecino. 
Y luego es cuando vienen las puertas, los hachazos.
Borde.
Antisocial.
Parece que funciones a venazos.

No.

Funciono a intensidad, 
a verdades como puños. 
Y si me revientan y escupo sangre, 
y dientes, 
y lágrimas, 
todavía tendré fuerzas para mirar a los ojos y dar las gracias.
Si no, prefiero estar callada.
Mirando a todos y a nadie.
No te ofendas, nunca sonreí por compromiso.
Porque esta es mi torre, son mis muros. Son mis años de odisea.
Y eso es lo que creo que nunca acabarán de entender:

Que los payasos también necesitan un respiro

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