El fino hilo que separa el orgullo de la lección aprendida



Tal vez haya crecido un poco
Asco de veintitrés, -me burlo, a veces-
Ocho mil cuatrocientos veinte días
Escribiendo y reescribiendo líneas y párrafos
remendándome y relamiéndome
bordándome miles de moralejas sobre la piel
que memorizo y me canto constantemente 
con una melodía que inventé, para no olvidarlas
como cuando tenía diecisiete
y creía saber algo

Corría descalza entre campos de centeno sin guardián alguno
(y si los tuve, los aparté a empujones)
me divertía saltar al vacío sin mirar abajo
una especie de intensidad suicida
Recuerdo que reía a pleno pulmón durante el vuelo
por el cosquilleo que produce ese instante

Y que me parara quien pudiera
(es decir, nadie)
Que de todo eso, ya se encargaba el suelo
Y de qué manera

Pero esta cabecita blindada consigue meterse cosas
a base de sangre, cuchillo y taladro
La mayoría de las veces ya sólo se descalza para sentir mejor el mundo
Si ve un barranco, da media vuelta.
Y si no, se asoma un poco para re-afirmarse
y marcharse luego a casa
Sigue siendo adicta a ese puto cosquilleo
pero se lo dosifica 
como intenta hacer con todo lo que le vuelve loca

Porque no tengo término medio
Lo quiero todo hasta que digo basta
Te muerdo
Te desollo
y luego te ronroneo

(O al revés)

Pero hay una gran diferencia
Este gato no maúlla dos veces en una misma puerta
Ni va a arañarla agonizante
Ni va a esperar en el felpudo
A que decidas dejarlo entrar

Habiendo tanto mundo ahí fuera






SIGA LEYENDO