La bofetada eterna


Nunca se sabe cuándo ni por qué, pero pasa. En cuestión de segundos, tu vida pega un frenazo y revientan las ruedas. Te quedas ahí sentada, totalmente rígida y con cara de susto. A penas vas a respirar y ya notas cómo el aire polar empieza a colarse por todas partes.
Se te cala, bien hondo. Se te pega la lengua al paladar y los capilares de los pulmones se cristalizan.
En sólo unos segundos.
Y eso no hay otros ojos que lo arreglen. Ni otros brazos.

Y cómo escuece.

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