La bofetada eterna


Nunca se sabe cuándo ni por qué, pero pasa. En cuestión de segundos, tu vida pega un frenazo y revientan las ruedas. Te quedas ahí sentada, totalmente rígida y con cara de susto. A penas vas a respirar y ya notas cómo el aire polar empieza a colarse por todas partes.
Se te cala, bien hondo. Se te pega la lengua al paladar y los capilares de los pulmones se cristalizan.
En sólo unos segundos.
Y eso no hay otros ojos que lo arreglen. Ni otros brazos.

Y cómo escuece.

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El vértigo de la libertad y la tormenta de cálamos


Y cómo empiezo
Diciendo
Que no sé cómo dejar de cabarme tumbas
Que se me gastan ya los suspiros
Los nudillos
Que no paro de tragar cadenas de mercurio y plomo
Y ya ni siquiera sé si pesan

Que necesito otra jaula más grande
Otro cielo
Otra galaxia
Que el batir de estas alas arrasa con ciudades
Dejando sólo ecos de portazos y miradas de desprecio
Y yo, que no paro de tiritar
En este círculo turbio de frío y mierda

Pensando
Que no sé cómo hacerlo
Porque estas alas
Estas alas inquietas
Que retorcí y retoceré mil veces intentando arrancarlas
Apretando los párpados con fuerza
Escuchando cada hueso quebrarse
Estas mismas alas
Siempre vuelven
Siempre curan
Siempre vuelan

Y son mías
Tan mías como el éxtasis de los despegues
Como el frío desgarro de pisar tierra firme de nuevo
Del silencio que queda después
Después del todo
Justo antes de la nada

Porque siento, escucho
Que no sé cómo dejar de hacerlo
Y te digo
Que tengo mil gaviotas hambrientas bajo el hueso occipital
Que cada una grita más que la otra
Que ninguna come
Que ninguna duerme
Que ninguna muere

Y secundo, sin problema
Que digas temblando que soy impredecible
Que soy tan cristalina como turbia
Que despierto tanta curiosidad como terror
Que cuesta ver a través de estos ojos verdes, marrones y amarillos
Entre huracanes de fuego, plumas, ladrillos y sangre
Que no sepas si a veces beso o muerdo
Si acaricio o desgarro
Si río o lloro
Si río o mar

Porque yo sé
Claro que sé de eso

Y créeme, cuando te digo
Que esta torre no se hizo sola
Que necesito tanto aire como cianuro
Que soy mi peor enemiga
Y la que más me quiere de todas

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Las heladas nunca vienen solas


La confianza es ese escaparate bonito que la gente se para a mirar. A todo el mundo le parece curioso, llamativo. Pero pocos son los que pagan el precio por sacarlo de los cuatro cristales. Se podría decir que ninguno quiere hacerse cargo de coger algo tan valioso que, posiblemente, después de habérselo visto puesto, querrán devolver.

Mira ese maniquí y convéncete de que es lo que siempre has querido en tu vida. Luego reflexiona y piensa que posiblemente sea lo que se te ha antojado durante los próximos dos días.

TODO SE PASA. Son sólo caprichos. Hay más tiendas, más ropa, más maniquís y más compradores.



Qué frío hace... ¿verdad?

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Escuece


Claro que podréis, pequeños. Yo pude. Vosotros también.

Pero todos esos niños danzantes, que reían y jugaban entre los escombros de lo muros derrumbados de mi torre, ya no podían oírme. Pararon en seco. Un silencio crudo y húmedo como mis vísceras se adueñó de todos ellos y, cuando les miré, pude ver cómo se iban tornando grises. Ya no oía sus carcajadas. No bailaban.

Y les miraba. Y a veces me sonreían. Pero sus ojos, sus labios y sus dientes eran ya grises, como una tonelada de roca viva. Como siete días nublados.
Les tendía la mano pero a penas podían levantar la vista. Miraban mis dedos como quien ve un fantasma. Miré mis manos. Las puntas de mis dedos eran grises también. Como todos ellos. Pero me puse en pie y comencé a colocar ladrillos de nuevo. Rápidamente. Uno tras otro, quedando yo atrapada dentro. Todos y cada uno de ellos extirpados de mi pecho.

Ladrillo, cemento, ladrillo, cemento, ladrillo.

A penas se me veía ya la nariz pero aún podía observarles.
Grises, cada vez más grises.
Balbuceaban palabras que nadie entendía. Vomitaban ceniza sin parar, creando desiertos grises, como ellos.
Y yo también era ya casi gris, pero tras mi torre. Donde nadie podía verme.

Haciéndome promesas estúpidas de que ningún otro espejismo volvería a tumbar mis muros.
Prometiéndome no más noches y amaneceres tan llenos de humo y placebo, rodeada de sombras enmascaradas que te entregan corazones grises. Como ellos. Como yo.

Observando desde lo más alto y lo más duro los restos ya casi sepultados de todos los colores que antes brotaban de cada uno de ellos a borbotones. De mis niños. Toda la magia, la melodía, la calidez de los abrazos, los dolores de tripa provocados por carcajadas y esos ojos brillantes seguidos de palabras que te hacían temblar. Había montañas de todo aquello. Totalmente cubiertas de gusanos y desprendiendo un hedor insoportable a descomposición. A podrido.

Y yo sin darme cuenta cada vez estaba más adentro. Menos oxígeno. Menos luz. Menos yo. Más gris.

Cerrando los ojos con fuerza y proyectando una y otra vez aquel espejismo, que no fue otra cosa que una sacudida a la realidad para recordarme que no. Que no puedo. Que nadie puede.
¿Quién coño me creía que era?
Ellos estaban allí para recordármelo. Mis niños. Mis niños grises.
Y yo seguiría reforzando muros hasta el último milímetro. De la torre. De mi pecho.
De mi vida.

Que no paraba de arderme.

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Metamorfosis


Espirales de colores con sabor a notas musicales, a veces punzantes y otras suaves, salen de mi pecho, recorriendo todo el cuerpo que no estoy segura de poseer ya que hace tiempo que formo parte de todo lo que me roza. Traspasan mis párpados cerrados, creando explosiones en bucle de sensaciones y sentimientos, con su luz y colores respectivos, para los cuales nunca se inventaron palabras por lo tanto ni me atrevo a abrir la boca. La noche es eterna y el concepto de día ha desaparecido totalmente. El suelo tal vez esté arriba y estoy tocando cuerdas de una guitarra que tengo dentro de la tripa. Han pasado días. En realidad dos horas.
Palabras nuevas: pestañas
¿Qué es un qué?
¿Está Jazz aquí?
Distingo el cuaderno
Me estoy meando
Tú eres tú
Pero lo mismo
Bostezo
ENERGÍA
¿Saldré de aquí?
¿Realmente me interesa?

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Dame fiebre, tiempo y la chispa adecuada



- Este es mi puto grillete y puedo quitármelo cuando yo quiera. - Dijo más para sí mismo que para cualquier otro, con el ceño fruncido y entre dientes, tras haberse tragado el juego de llaves.
Y es que del auto-engaños también se vive.

.....       .....      .....

- Este es mi puto auto-engaño y puedo quitármelo cuando yo quiera. -Dijo más para cualquier otro que para sí mismo, entre juegos de llaves y grilletes, tras haberse tragado los dientes.
Y es que de ceños fruncidos también se vive.

.....      .....      .....

- Este es mi puto ceño fruncido y puedo quitármelo cuando yo quiera. - Dijo más para sus dientes que para sus grilletes, tras haberse tragado la vida.
Y es que de juegos de llaves también se auto-engaña uno.

....     .....     .....

- Esta es mi puta vida y puedo quitármela cuando yo quiera. - Dijo más para las llaves que para los ceños fruncidos, entre autoengaños y cualquier otros, tras haberse tragado los grilletes.
Y es que de uno mismo también se vive.



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