Arquitectos





Insonorizaremos nuestros castillos
Lo cubriremos todo de espejos
Y del acero fundido de nuestras alas
Forjaremos nuestros propios grilletes

SIGA LEYENDO

Murmullos del Guadalquivir



He soñado que el mundo se inundaba.
Que las gotas de lluvia golpeaban, con furia, el ventanal de madera de una habitación blanca mientras, sobre mí, unos ojos oscuros llenos de cuchillos me rozaban juguetones el cuello, con tal delicadeza que se me erizaba hasta el pasado.

- ..."¿Qué eres?"

De un movimiento brusco, me sujeta con firmeza las muñecas sobre la cabeza y se acerca lentamente a mi oído.
Gruñe.
Cierro los ojos y se me tensan todos los músculos.

- El caos.
El puto caos.


Silencio.
Luego, una respiración animal acelerada.
Conjunta.
Sonrío, aún temblando y con la piel de gallina.
Suspira.
Se deja caer sobre mí.
Libero, sin demasiado esfuerzo, una de mis manos y le acaricio con cuidado la nuca.

- Sí, te conozco. Te conozco muy bien.

Y la lluvia empezó a cesar.

SIGA LEYENDO

La charca del soldado

Me preguntas sobre el amor, y dudo.
Curiosa palabra, el mundo podría habérsela ahorrado.
Siempre me ha fascinado ese puto egocentrismo humano de creerse dioses y agarrar un concepto totalmente abstracto, meterlo dentro de una jaula llena de estatutos y colgarla en las plazas de los pueblos, cual advertencia. "Esto es lo que tenéis. Así se siente."
Raro, ¿no? Siendo el ser humano tan retorcidamente complejo, que una de las sensaciones más enrevesadas existentes pueda definirse en un par de simples líneas, siendo proclamadas estas la verdad absoluta, manteniéndonos así siempre recogiditos en la misma cerca llena de mierda y paja, cual rebaño.

Del lat. amor, -ōris.
1. m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
2. m. Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
3. m. Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
4. m. Tendencia a la unión sexual.

Te hablo de esto mientras me lío un cigarro, algo inquieta. Pareces entenderme. Al menos lo intentas, a diferencia de la mayoría.
Entonces llega mi turno. Las personas tienden a hacer preguntas que a su vez necesitan hacerse a sí mismas. Por lo tanto una puede intuir por dónde van a venir los tiros.
Abro sentidos y poros de par en par.
Te pregunto sobre el amor y puedo escuchar cómo te cruje el pecho.
(Otra vez ese sonido.)
Agachas la mirada y me hablas de ése, del único. Del de verdad. Del que aparece una sola vez en la vida, y luego simplemente te pasas el resto de esta buscando algo que se acerque.
Cierras los ojos y te derramas hablándome de libertad, de plumas, de vuelos. De horas de silencio compartiéndote sólo con el tacto. Con las pupilas. De una fusión casi cósmica. De la ambición de querer conocer hasta el último recoveco de su mente. De la incondicionalidad de besar cada uno de sus defectos.
Sonrío mientras te leo, mientras te escucho esta y todas las veces siguientes que tú, como el que necesita con urgencia una bocanada de oxígeno, vuelves a mencionarlo.
Me lo explicas como si se tratara de un cuento. Como si todo fuera un hecho fantástico al cual yo nunca podría aspirar. Como si tú fueras un drama de culto no apto para menores y yo tuviera todavía nueve años.
Pues claro que sonrío.
Me resulta tierno que un niño que acaba de romperse pretenda darme lecciones sobre dolor. Sobre repudio al mundo. Sobre apocalipsis emocionales y frenos de mano. Sobre tinta y lejía en los ojos con la muerte acariciándote la cabeza, meciéndote en un enorme regazo hecho de recuerdos que te abofetean en cadena, y te van empujando hasta una sala en la que únicamente estáis tú y tus ojeras frente a un espejo.
Que me explique lo que es desangrarse en alguien y luego quemarse a lo bonzo, fundiendo armaduras, cerrojos y alambres de espinos, abrirse uno mismo en canal y decir "aquí me tienes".
Y que de repente, un día, esa persona desaparezca. En cualquiera de los sentidos.
Y quedarte ahí, desnudo y en carne viva tiritando, en un mundo de pura sal y escarcha que ya no te apetece comprender, porque te da y te quita a punta de cuchillo y sangre fría.
Sonrío porque te escucho y me escucho a mí, una y mil veces.
Porque todo eso de lo que me hablas lo he sangrado, lo he llorado y cicatrizado.
Y te abofetearía y luego te abrazaría como lo habría hecho conmigo.
Y te diría que no es para tanto.
Y te explicaría todo lo que sé. Todo lo que he visto.
Pero no puedo.
Porque yo ya reventé hace años.
Esta es la caída de tu primer vuelo. Son tus pasos, son tus heridas, tus tinieblas.
Es tu guerra.

Bastante tengo yo con lo mío.

Curioso, esto del amor.
Que para alguien sea eterno,
lo que para ti nació y murió mil veces.

Y es cierto,
Siempre me encantaron las cicatrices

Pero tú aún apestas a sangre.

SIGA LEYENDO